Me llamo Teresa Barajas y pertenezco al área de donación de sangre de Cruz Roja. Me gustaría hablaros de una gran amiga y contaros parte de nuestra historia. Una vida juntas que empieza cuando teníamos ocho años.
Elena era una veterana en el cole y Paty y yo las “nuevas”. Ella nos acogió desde el primer día con una sonrisa y los brazos abiertos. Vivíamos muy cerca y empezamos a hacer planes por el barrio, conocimos a Isabel y Sandra se unió a este grupo de amigas inseparables a día de hoy.

Fueron unos años llenos de experiencias: crecimos, nos formamos y aprendimos juntas a manejar las situaciones que nos íbamos encontrando por el camino. Eso sí, siempre juntas. Pero a lo que nadie nos enseñó e hicimos lo mejor que supimos, fue a acompañar a Elena en el momento más duro de su vida cuando todavía éramos unas niñas: el fallecimiento de su padre.
El día de su boda, si algo tuvo claro, es que cada uno de sus invitados iba a recibir un detalle muy especial cargado de recuerdos y emociones contenidas. Una pulsera con la que, gracias a su donativo, ayudó a la AECC.

Esta no fue su primera aportación, ya que desde que falleció su padre en 2006, colabora donando sangre frecuentemente.
Elena ha llevado la solidaridad en sus venas desde muy joven. Tenía 19 años recién cumplidos, estaba en la universidad y vio carteles informativos de la campaña que se realiza en la Universidad de Somosaguas con regularidad y se animó a regalar vida.
“No dudé un momento, tengo que reconocer que fui por curiosidad, por conocer como me iba a sentir, pero no lo conseguí. Pasé por un proceso gripal por lo que me dijeron que tenía que esperar”.
Unos meses después, la unidad móvil de donación volvía a estar instalada en la universidad y no se lo pensó dos veces. “Esa fue la definitiva y doné. Por fin doné. Mi satisfacción fue indescriptible, no sé contarlo con palabras. Hoy, tras 15 años siendo donante habitual, sigo sin poder explicarlo”.

Lo tiene claro: “ si algún familiar, ser querido o nosotros mismos necesitáramos en algún momento una transfusión de sangre, nos gustaría que hubiera gente como yo que, de manera altruista y con el único ánimo de ayudar, se subiese a un autobús de donación o fuese a cualquier hospital a donar sangre”
“Animo a todas las personas que tengan miedo a lo desconocido, puesto que yo tenía pavor a las agujas y cada vez que dono me encuentro con un equipo de profesionales increíbles que me hacen muy ameno el rato que estoy pinchada. Te hacen ganar la batalla a tus miedos. Les pido que me tapen el pinchazo y me concentro en abrir y cerrar la mano. Para mí, la táctica perfecta”.
Las cinco hemos vivido casos familiares muy cercanos en los que se han necesitado transfusiones de sangre. A día de hoy, con 35 años, me siento orgullosa de que seamos buenas personas y solidarias. Os animo a que si podéis, os hagáis donantes de sangre y sintáis esa satisfacción de haber ayudado que, como cuenta Elena, no se puede explicar con palabras.